Una conversación pura, honesta, entre un niño y un adulto, desde la mirada tierna de un pequeño, confiándole sus anhelos y frustraciones. El mayor lo escucha con paciencia, lo acompaña en esa búsqueda entre dudas y preguntas. El niño quiere hacer algo importante, pero no sabe qué hacer exactamente, el adulto lo va guiando, sin imponer su voluntad, dejando espacio para que el niño vaya descubriendo sus inquietudes.
A veces podemos hacer grandes cosas a través de acciones pequeñas, simplemente con el hecho de empatizar y pensar en el otro, en tiempos en que es urgente enseñarles a los niños que pueden convertirse en mejores personas mediante gestos, y que por sobre todo, son capaces de lograr lo que se propongan por más difícil que parezca.
A través de los libros se abren puertas hacia conversaciones muy enriquecedoras, que justamente son valiosas porque son espontáneas, cuando son forzadas o se lee un libro con el objetivo de "educar o entregar un mensaje para" esa riqueza se pierde, por eso es importante aprender también a escucharlos, validar sus cuestionamientos o interrogantes, acompañarlos y contenerlos en ese camino.
Eso es algo que aprendí conversando con los mismos niños, observándolos al mismo tiempo, si tenían algo importante que decir, significativo para ellos, que necesitaban expresar. Así se va generando finalmente un aprendizaje mutuo gracias a esas palabras entre lecturas, comentarios, preguntas, historias, personajes y situaciones que les van identificando y haciendo sentido.